La competitividad siempre ha sido el motor de la innovación y el progreso. Sin embargo, cuando se combina con cargas de trabajo excesivas y la falta de límites entre la vida laboral y personal, se transforma en un problema corrosivo: la competitividad tóxica.
“Según un informe, el 44% de los empleados trabaja más de 50 horas a la semana, y un alarmante 77% asegura que responder correos o mensajes fuera del horario laboral es una expectativa implícita en su trabajo según Gallup”
Este fenómeno ha erosionado la línea entre el “ser profesional” y el “ser humano”, dejando a muchos atrapados en un ciclo constante de agotamiento y autoexigencia.
Las organizaciones, a menudo sin intención, alimentan esta cultura al recompensar a quienes “lo dan todo” a expensas de su bienestar personal.
¿Cuántas veces escuchamos frases como “si no te esfuerzas más, otro lo hará”?.
Este tipo de mentalidad, lejos de motivar, desgasta. Los empleados se ven obligados a competir no solo con sus compañeros, sino también con sus propias capacidades físicas y emocionales, buscando demostrar que pueden dar más, aunque eso implique renunciar a su salud.
¿Te interesa cómo el liderazgo puede transformar estas dinámicas laborales?
Descubre más sobre cómo liderar en la era de la distracción en mi artículo “Liderar en la era de la atención: cómo mantener el enfoque en un mundo hiperconectado”. Aprender a establecer límites no solo mejora el rendimiento, sino también la conexión humana en los equipos.
El problema se agrava con la glorificación de la “disponibilidad constante”.
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La idea de que estar siempre conectado es sinónimo de compromiso genera una presión insostenible. Estudios de Deloitte revelan que el 61% de los empleados experimentan estrés significativo debido a la falta de tiempo para desconectarse, y el 40% siente que su desempeño es evaluado por la cantidad de horas visibles, más que por los resultados logrados.
Pero ¿es esta realmente la única manera de alcanzar el éxito?.
Algunas empresas han comenzado a demostrar lo contrario. En Alemania, por ejemplo, compañías como Volkswagen han implementado políticas que bloquean correos electrónicos fuera del horario laboral, priorizando la recuperación y el equilibrio personal.
El resultado: empleados más productivos y comprometidos, no por competir, sino por colaborar y encontrar un balance saludable.
Entonces, ¿Cómo erradicar esta competitividad tóxica?.
Primero, estableciendo límites claros. Las empresas deben liderar con el ejemplo, respetando horarios y promoviendo políticas que permitan desconectar. Segundo, reconociendo el valor del descanso y la recuperación como parte del rendimiento. Y tercero, fomentando una cultura donde el bienestar personal no sea un lujo, sino una prioridad estratégica.
Si quieres explorar cómo las empresas pueden fomentar entornos más humanos y colaborativos, te invito a leer mi artículo “¿El liderazgo autoritario sigue teniendo lugar en el mundo moderno?”. Aquí encontrarás reflexiones sobre cómo modelos de liderazgo obsoletos están impactando el bienestar laboral.
Al final, no se trata de trabajar más horas ni de competir por quién sacrifica más. El verdadero éxito está en crear entornos donde el equilibrio entre la vida laboral y personal sea la base para un rendimiento sostenible.