13 Nov 2025
José Echeverri

Los profesionales no quieren ser jefes

Los-profesionales-no-quieren-ser-jefes-Nov-13-2025

(Y no, no es pereza. Es evolución)

Cada semana converso con profesionales de distintas generaciones. Gente brillante, formada, apasionada... y agotada.
Durante años, esas conversaciones seguían un libreto predecible: "quiero crecer, liderar un equipo, llegar a una dirección."
El clásico discurso del éxito corporativo: escalar posiciones, ganar poder, tener una oficina con vista y una agenda muy ocupada con reuniones de alto nive.

Las empresas tambien alimentamos ese relato.
Creamos programas de "altos potenciales", "jovenes talentos" o "líderes emergentes" que más que acelerar carreras, aveces celebramos el burnout.
Prometemos desarrollo, pero entregamos presión envuelta en un PowerPoint.

Pero algo cambió, y no es una moda.

Hoy escuchamos otra narrativa:

  • "No quiero se jefe."
  • "No quiero sacrificar mi vida por un título."
  • "Quiero crecer, sí... pero sin perder mi esencia en el camino."

Lo que antes era ambición vertical, ahora es crecimiento conciente.
El éxito se está redefiniendo: menos escalar jerarquías, más expandir propósito.
Menos poder, más equilibrio.
Menos títulos, más sentido.

Y los datos confirman lo que muchos líderes aún se resisten a ver:

📊 Según un estudio global de Veser (2024), solo el 4% de los jóvenes aspira a llegar a la alta dirección.
📊 Gallup (2023) revela que el 71% de los profesionales prioriza el bienestar y la flexibilidad sobre el ascenso jerárquico.
📊 Y un informe de Hardvard Business Review muestra que el 58% de los empleadosperciben los cargos directivos como fuente de estrés, no de ralización.

¿Conclusión?
El poder dejó de ser el premio.
Y eso desconcierta a un sistema que se alimenta del ascenso constante y del mito del “alto potencial”.

Quiet ambition: la ambición silenciosa

Forbes lo bautizó así: “quiet ambition”.
Una ambición más serena, más selectiva, menos suicida.
Y sí, ha sido criticada —porque cuando el sistema no entiende, acusa de flojera—. Pero no se trata de falta de compromiso, sino de una rebelión sutil contra el sacrificio como modelo de éxito.

Muchos profesionales incluso fingen desear ascensos solo para evitar el estigma de parecer “bloqueadores”. Pero en el fondo saben que la medalla viene con un costo: ansiedad, falta de sueño y reuniones interminables con gente que confunde liderazgo con control.

Y claro, el mercado laboral sigue exigiendo mucho y ofreciendo poco (incluso bajos salarios).
Promete “propósito” pero mide “horas trabajadas”.
Habla de bienestar, pero celebra al que responde correos a las 11:47 p.m.

No es conformismo. Es madurez

La ambición no ha muerto. Solo cambió de forma.
Hoy, el éxito real se mide en coherencia:
en no hipotecar la salud mental para comprar un cargo,
en no confundir promoción con progreso,
en no dejarse quemar para brillar.

Las nuevas generaciones —y también las viejas que ya se cansaron— buscan algo más difícil que un título: sentirse bien sin dejar de rendir, crecer sin dejar de vivir.

Y ese cambio es una amenaza para los sistemas rígidos. Porque obliga a las empresas a revisar su contrato psicológico:
¿realmente están ofreciendo crecimiento o solo más carga?

Si las organizaciones no entienden esta nueva ambición, seguirán diseñando programas de liderazgo para personas que ya no quieren ese tipo de liderazgo.

Y el riesgo no es que la gente se vaya. Es que se quede… emocionalmente ausente.

El verdadero liderazgo no es escalar una pirámide. Es aprender a dirigir tu propia vida con equilibrio, propósito y humanidad.

¿Tu empresa celebra a los que crecen… o solo a los que se desgastan más rápido?

Suscríbete a nuestro newsletter