Podemos respirar profundo.
Hacer yoga en la terraza de la empresa.
Tomar infusiones de valeriana y jengibre.
Pero si al regresar a tu oficina… te esperan 87 correos, 5 reuniones absurdas y un jefe que todo lo quiere “para ya” …
no es estrés.
Es el sistema.
El burnout no es flojera emocional ni falta de resiliencia.
Tampoco se soluciona con una clase de mindfulness corporativo cada miércoles a las 7am, con una coach vestida de lino blanco.
Es más simple. Y más incómodo:
El burnout es una respuesta lógica a una cultura ilógica.
Una historia demasiado común
En una conversación con un gerente recién ascendido en una compañía farmacéutica, me contaba cómo ese puesto que tanto había deseado se estaba convirtiendo en una pesadilla.
Había sido parte del programa de alto potencial, su nombramiento anunciado con bombos y platillos.
Tenía talento, compromiso y una ambición sana por crecer.
Pero seis meses después, no quedaba nada de esa energía inicial.
Me lo dijo con la voz quebrada, pero sin lágrimas: “No sé en qué momento empecé a llorar en silencio mientras respondía correos a las 11 de la noche.”
La empresa la mostraba como un caso de éxito, con “día de la fruta” y programas de bienestar que quedaban muy bien en redes.
Pero en privado, le exigían resultados imposibles, en plazos que ni un milagro —o un clon— podría cumplir.
No renunció de inmediato.
Renunció emocionalmente.
Y eso… es más difícil de detectar. Y mucho más costoso de revertir.
Las cifras también lo dicen (aunque la cultura no lo escuche)
Según un estudio de Gallup (2023),
📊 76% de los empleados experimentan burnout “algunas veces”
y un 28% lo vive frecuentemente o de forma permanente.
¿La causa principal?
“Expectativas laborales poco claras y presión constante sin reconocimiento.”
No es debilidad.
Es saturación emocional no resuelta.
Y es más frecuente en culturas donde todo es urgente menos el bienestar real.
El burnout no es un problema de las personas.
Es una señal de alerta del sistema.
Una consecuencia directa de una cultura que normaliza:
🧨 Reuniones sin pausa.
🧨 Urgencias como estilo de gestión.
🧨 Falta de autonomía disfrazada de control.
🧨 Cero espacios para recuperarse.
¿Y si en lugar de culpar al empleado… revisamos qué procesos lo están quemando por dentro?
📌 ¿Qué parte de nuestra cultura está exprimiendo lo mejor de la gente hasta dejarla vacía?
📌 ¿Qué hábitos hemos normalizado que hoy generan agotamiento crónico?
Esta conversación no es sobre beneficios blandos ni perks de oficina.
Es sobre sentido, estructura, y liderazgo consciente.
Es sobre rediseñar culturas que no te obliguen a escapar para poder respirar.
Y si todavía piensas que esto se resuelve con una sesión de yoga…
Tal vez es hora de tomar una clase de realidad.