10 Sep 2025
José Echeverri

La jornada laboral infinita

Trabajo nocturno en oficina, persona conciliando llamadas y notas frente al portátil.

Confieso que alguna vez fui el líder de mi propia saga de “workaholic”. Fue durante mi primera experiencia como expatriado con mi familia: salía de casa a las 5:30 a.m. para evitar el tráfico y acomodar videollamadas, almorzaba con el portátil abierto, y regresaba a trabajar por la noche, después de que mi familia se iba a dormir, en nombre de que era mi momento de “concentración máxima”. Una rutina que me pasó factura —a mí y a mi familia— antes de darme cuenta.


Aunque la tentación de extender mi jornada sigue ahí, hoy comprendo que vivimos una crisis global de hiperconectividad: estamos siempre “on”, siempre visibles… y cada vez menos presentes.

Lo que la ciencia ya nos dice

Un informe de Microsoft muestra que los colaboradores son interrumpidos en promedio cada dos minutos durante su jornada laboral, recibiendo hasta 117 correos electrónicos y 153 mensajes de Teams cada día (Microsoft).
No es sorpresa que el 48 % de los empleados y el 52 % de los líderes describan su trabajo como “caótico y fragmentado” (hrgrapevine.com).

En paralelo, los datos muestran que el empleado promedio recibe 121 correos diarios y dedica entre 5 y 15.5 horas a la semana solo a gestionarlos (blog.cloudhq.net).

¿Qué significa todo esto?

  • El estar disponible todo el tiempo no es ser productivo: es estar en modo activación constante sin espacio para pensar.
  • Nuestras reuniones, correos y chats consumen el tiempo que podríamos invertir en pensar profundo, innovar o simplemente desconectar.
  • La desconexión no debería ser un lujo: es una necesidad para conservar salud, creatividad y enfoque.

Qué me funciona y puede ayudarte

  1. Modo avión durante ratos de concentración: desconecto notificaciones y confío en que, si algo es urgente, encuentran la manera de comunicármelo.
  2. Espacios libres de dispositivos: evito llevar laptop o celular a reuniones; en casa, dejamos los teléfonos fuera de la mesa para hablar mirándonos a los ojos.
  3. Rutina de correo rígida: solo abro el email en la mañana y después del almuerzo. En lugar de enviar emails, prefiero preguntar directamente.
  4. Respeto por el tiempo ajeno: no envío mensajes fuera del horario laboral y si lo hago, aclaro que no es urgente.
 

En algunos países existen ya leyes de desconexión: en Francia, por ejemplo, está prohibido exigir respuestas fuera de horario. En una empresa donde trabajé, bloqueaban los accesos digitales por completo durante las vacaciones para garantizar descanso real.

La solución no viene de más tecnología ni de mejores procesos… sino de restaurar espacios de presencia, descanso y conexión auténtica.
No estamos ante jornadas laborales infalibles, sino ante compromisos individuales y culturales de respetar los límites del ser humano.

¿Tú también te has marginado en nombre de la productividad?

¿Qué pequeños rituales has armado para reconquistar tu tiempo, tu salud o tu foco?

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