A lo largo de mi carrera, he visto cómo personas con un currículum brillante y habilidades técnicas sobresalientes han ascendido a posiciones de poder.
A simple vista, parecían tener todo para ser grandes líderes, pero con el tiempo, sus acciones no solo dañaron a sus equipos, sino también la cultura de la organización. El liderazgo, sin embargo, no se trata solo de conocimientos técnicos o de cumplir con objetivos financieros, sino de algo mucho más profundo.
¿Por qué sigue ocurriendo esto?
¿Por qué, a pesar de contar con tantos recursos y herramientas modernas, las empresas aún permiten que líderes ineficaces escalen a la cima? A continuación, comparto algunas reflexiones sobre por qué esto continúa sucediendo y cómo podemos cambiar esta realidad.
1. Falta de rigurosidad en la selección
Hoy en día, las organizaciones cuentan con herramientas avanzadas para evaluar el potencial de liderazgo de los candidatos. Simulaciones, evaluaciones psicológicas y análisis culturales son parte del arsenal disponible para asegurarnos de que elegimos a los mejores líderes. Sin embargo, en muchas ocasiones, el “instinto” o la “corazonada” siguen predominando en los procesos de selección.
Frases como “Siento que tiene lo que se necesita” o “Viene de una universidad de prestigio, debe ser bueno” siguen moldeando nuestras decisiones. Pero, ¿qué ocurre cuando dejamos de lado la rigurosidad y tomamos decisiones basadas en impresiones? Es en ese momento cuando los problemas empiezan. El verdadero liderazgo no se define por un título o una institución, sino por la capacidad de influir positivamente en los demás. Si te interesa profundizar en cómo es posible liderar sin un título formal o sin tener una posición de poder, te invito a leer mi artículo “Cómo ser un lider sin ser el jefe”. Ahí exploro cómo el liderazgo real se basa en la capacidad de influir desde cualquier posición, no en el control o el mando.
2. Subestimación de los “descarriladores”
Uno de los conceptos más importantes cuando hablamos de liderazgo son los descarriladores, es decir, aquellos comportamientos que, aunque a primera vista parecen inofensivos, tienen el potencial de sabotear el éxito de un líder. Estos incluyen la arrogancia, la falta de adaptabilidad, el exceso de control o la incapacidad para gestionar el estrés.
AA menudo, los descarriladores son ignorados durante el proceso de selección, porque las empresas tienden a enfocarse en las fortalezas y logros del candidato, dejando de lado las señales de alerta. Sin embargo, cuando estos comportamientos salen a la luz, es demasiado tarde. Los descarriladores erosionan la moral del equipo, generan una cultura tóxica y, finalmente, impactan negativamente en los resultados.
Si quieres saber más sobre cómo un liderazgo equilibrado puede evitar que estos descarriladores afecten a tu organización, te recomiendo que leas mi artículo “La cantidad correcta de tensión: el arte de liderar con equilibrio”, donde profundizo en cómo encontrar ese balance entre presión y crecimiento.
3. Pobre comprensión del liderazgo
Liderar no es simplemente gestionar tareas o cumplir con metas a corto plazo. El liderazgo verdadero consiste en crear un ambiente de confianza y respeto, en donde los equipos se sientan valorados y motivados a dar lo mejor de sí. Desafortunadamente, muchos líderes aún creen que su rol se reduce a controlar, cuando en realidad, su función más importante es inspirar y guiar.
Un lider que no entiende esta dinámica está destinado a perder el compromiso de su equipo. La empatía, la autoconciencia y la capacidad de escuchar son habilidades que hoy en día son más cruciales que nunca. Sin ellas, cualquier éxito será temporal y aun costo muy alto.
En mi libro “liderazgo Imperfecto”, hablo en profundidad sobre cómo los líderes pueden superar las trampas del liderazgo tradicional, desarrollando equipos más comprometidos y resilientes.
El cambio que necesitamos
SSi algo he aprendido a lo largo de mi trayectoria, es que el liderazgo no se trata de ejercer poder sobre los demás, sino de crear espacios donde las personas puedan crecer, desarrollarse y ser la mejor versión de sí mismas. Es hora de que las empresas evolucionen, que dejen de seleccionar líderes únicamente por sus resultados o su prestigio académico, y comiencen a valorar las habilidades humanas que verdaderamente importan: la empatía, la integridad y la humildad. Porque cuando seleccionamos buenos líderes, todos ganamos.